Los guatemaltecos celebran la llegada del nuevo Presidente Arévalo con grandes expectativas

En una región donde la autocracia va en aumento, la ascensión de Bernardo Arévalo esta semana en Guatemala se considera un golpe para la democracia.
Los guatemaltecos portaron banderas que representaban a “Los Cuatro Pueblos” de Guatemala: mayas, garífunas, xincas y ladinos, para celebrar la toma de posesión de Bernardo Arévalo. Photo Credit: Mary Jo McConahay

Mary Jo McConahay
Ethnic Media Services

CIUDAD DE GUATEMALA— Los habitantes de esta ciudad, la más grande de Centroamérica, se despiertan esta semana con la esperanza puesta en su nuevo presidente, Bernardo Arévalo, que tomó posesión de su cargo en la madrugada del 15 de enero, tras un día de tensión en el que sus enemigos políticos hicieron esfuerzos desesperados por retrasar la ceremonia de    investidura. En una región donde la autocracia va en aumento, la ascensión de Arévalo en Guatemala se considera un golpe para la democracia.

“Entró como pez bajo el agua, nadie se lo esperaba”, dijo Marta Cuevas, de 74 años, tortillera y madre de cuatro hijos, cuyo rostro mostraba una expresión de júbilo cuando vio a Arévalo tomar el mando de las fuerzas armadas en una plaza al aire libre esa misma mañana.

Arévalo, un académico y diplomático de 65 años, obtuvo una sorprendente victoria aplastante el pasado agosto, pero tuvo que hacer frente a complots de asesinato, exilios y detenciones de aliados y maniobras legales de las autoridades judiciales.   Finalmente fue juramentado a su cargo, ante una audiencia de jefes de Estado y otros invitados oficiales obligados a enfriar los ánimos durante nueve largas horas cuando nadie sabía si los miembros del Congreso, en una bulliciosa sesión al otro lado de la ciudad, se pondrían de acuerdo para validar la elección.

“La democracia ha superado su prueba más dura”, rezaba el titular de un periódico local.

Una vuelta de página

El cambio no tardó en hacerse patente. La ceremonia que presenciaron Cuevas y otros habría sido impensable en otro tiempo. En una exhibición pública deliberada, cientos de militares uniformados, incluidos cadetes a caballo, oficiales de la marina y fuerzas especiales del ejército vestidas de camuflaje llamadas Kaibiles, unidad responsable de algunas de las masacres más atroces de la guerra civil de Guatemala (finalizada en 1996), prometieron obediencia al presidente civil electo democráticamente Arévalo asumió el mando con un discurso que hacía hincapié en los derechos humanos y la adhesión a la Constitución.

El nuevo Ministro de defensa, General de división Henry Sáenz Ramos, se comprometió a “subordinación y respeto” de los militares a los funcionarios electos y habló de la “dignidad de la persona”. Aviones que inclinaron sus alas y helicópteros sobrevolaron la plaza, que antaño albergaba el palacio presidencial. La última vez que muchos de los presenteslo habían visto fue durante los golpes de Estado.

El padre de Arévalo, Juan José Arévalo (fallecido en 1990), fue el primer presidente del país electo democráticamente, inaugurando lo que en ocasiones se denomina los “Diez Años de Primavera”, una era de reformas progresistas que terminó en 1954 con un golpe de estado patrocinado por la CIA (Agencia central de inteligencia de los Estados Unidos) el cual dio paso a décadas de gobierno dirigido por los militares o en deuda con ellos.  El más joven de los Arévalo, licenciado en filosofía y sociología, trabajó durante años en Ginebra en proyectos de asesoramiento a Estados en transición hacia la democracia y se le considera bien preparado para trabajar con militares.

‘El fin de la corrupción’

En numerosas entrevistas sobre lo que quieren de la nueva administración, los indígenas mayas guatemaltecos, quienes constituyen casi la mitad de la población, hablaron de “el fin de la corrupción y la delincuencia”, un mejor acceso a las escuelas, el respeto a los territorios donde viven y a sus recursos naturales, incluidos los bosques y el agua.

Amparo Consuelo, de 72 años, de San Andrés Ixtahuatán, en el extremo occidental del país, encabezó sus expectativas con una reducción del costo de la “canasta básica”, compuesta por alimentos como frijoles y arroz.  “Queremos luz, agua, casas dignas, trabajo”.

Consuelo y otras mujeres de su pueblo viajaron 11 horas para presenciar el discurso de Arévalo ante sus partidarios en la céntrica Plaza de la Constitución, donde, debido a los retrasos del Congreso, esperaron hasta las 3 de la madrugada para ver al nuevo presidente, que acudió en persona a darles las gracias.

Consuelo tenía pocas dudas sobre de dónde seguiría viniendo la oposición a Arévalo: de la élite empresarial del país y de los funcionarios del Ministerio de Justicia que intentaron bloquear su toma de posesión.

“Primero tiene que dar gracias a Dios, luego lidiar con el CACIF”, dijo, el grupo de presión que representa a las empresas más poderosas del país, el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras. Tendrá que “eliminar” a los funcionarios a sueldo, dijo, “empezando por los organismos judiciales”.

Por ley, Arévalo no puede despedir a la fiscal general Consuelo Porras, quien supervisó la oposición a los resultados electorales en los tribunales, pero el primer día de su presidencia pidió su dimisión.

Liderazgo indígena

El agotador espectáculo de resistencia a los intentos oficiales de revertir los resultados electorales; el cual duró meses, estuvo liderado por las autoridades indígenas, que provocaron el bloqueo de carreteras, mantuvieron un flujo constante de reuniones informativas y comunicados y organizaron un extraordinario asedio pacífico de 106 días al Ministerio de Justicia para presionar por el respeto a la votación.

Mayas de comunidades alejadas se turnaron para dormir en las aceras, desplegar pancartas, ofrecer comida y celebrar ceremonias religiosas a cargo de sus guías espirituales. Asistieron a la misa al aire libre oficiada por el más alto prelado católico de este país, el cardenal Álvaro Ramazzini, quien es cercano al Papa Francisco. En todo momento, los resistentes indígenas no llevaban la bandera del partido político Semilla de Arévalo, sino la bandera nacional azul y blanca.

“No están a favor de Arévalo, están a favor de la democracia”, dijo Santiago Bastos, estudioso de las etnias guatemaltecas desde hace mucho tiempo y ahora en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social de Guadalajara (México). Bastos estuvo observando los actos de la semana de inauguración.

No obstante, en los inciertos meses que transcurrieron entre las elecciones y la toma de posesión, Arévalo no dejó de reconocer el papel clave de los indígenas en la protección del voto que le convirtió en presidente. A menudo utilizaba el término “Los Cuatro Pueblos” cuando hablaba de los guatemaltecos, refiriéndose a los distintos grupos que componen la población guatemalteca: mayas, garífunas, xincas y los ladinos o mayoritariamente blancos que han gobernado el país desde la conquista española del siglo XVI.

La primera parada de Arévalo, tras su toma de posesión en el Teatro Nacional, fue visitar a los mayas que velaban frente al ministerio,  a  plena noche, y al día siguiente asistió a una ceremonia religiosa maya en Kaminal Juyu, un antiguo emplazamiento a las afueras de la capital.

Arévalo a nombrado a docenas de mayas como personal administrativo ministerial y un miembro de su gabinete, la ministra de Trabajo Miriam Roquel, es maya.

El apoyo indígena a la presidencia de Arévalo nunca fue un asunto transaccional, es decir, apoyo a cambio de puestos. Sin embargo, ya está recibiendo algunas críticas por no haber nombrado ahora a más mayas en puestos de gran visibilidad, aunque se ha comprometido a hacerlo, como dijo en su comparecencia en la plaza pública tras la toma de posesión, “para hacerles partícipes de la toma de decisiones, reconociéndoles y recogiendo su sabiduría… No más discriminación, no más racismo”.

Altas expectativas

Las preocupaciones y circunscripciones de Arévalo son muchas, y tendrá que moverlas y financiarlas sin el apoyo de una mayoría en el Congreso. Reconoció de inmediato su responsabilidad con los migrantes guatemaltecos -55.000 fueron deportados de Estados Unidos en 2023, un aumento del 36% respecto al año anterior-. Declaró que la migración debe reconocerse como un problema “global” que exige soluciones internacionales.

Guatemala hará su parte, dijo, cuidando compasivamente a los miles de salvadoreños, nicaragüenses, hondureños y venezolanos, por ejemplo, que aparecen en su camino a Estados Unidos – algunos pueden ser vistos mendigando en las calles.

Un líder de uno de los muchos grupos culturales que acudieron a la capital para celebrar con la multitud, Francisco Marcial, de 58 años, músico profesional garífuna, dijo que con Arévalo “esperamos en Dios que se abran las puertas a la descentralización de las operaciones gubernamentales” para llamar la atención sobre pueblos como el suyo, Livingston—en la costa caribeña, cuyos residentes son afrodescendientes—e incluir su historia, como se incluye a los mayas, en el currículo escolar nacional.

Arévalo, quien hace hincapié en los derechos de la mujer, presidirá el primer gabinete presidencial del país con equilibrio de género. En la ceremonia militar de la plaza se comprometió a nombrar a la primera mujer general de brigada del ejército.

Pero para algunos defensores esto no es suficiente.

Ángela Mariela Romero, de 46 años, representante legal de Trans Queens of the Night (Reinas trans de la noche), un grupo de apoyo a transexuales que tiene estatus de observador en la Organización de Estados Americanos, ha sobrevivido a cuatro intentos de asesinato y quiere que el nuevo presidente haga algo para hacer frente a los ataques contra las personas LGBTQ+. Dijo que “queremos que se apruebe una ley sobre identidad de género” en el Congreso.

“Las expectativas de la ciudadanía son altas”, decía una editorial del diario más importante del país, Prensa Libre. Para el nuevo gobierno de Arévalo, decía, “eso constituye el mayor reto”.

MaryJo McConahay es periodista y escritora. Su último libro es Playing God, American Catholic Bishops and the Far Right (Melville House)

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