La reunificación familiar ha sido uno de los pilares más solidos y emblemáticos del sistema migratorio de esta nación de migrantes.
Cada año más de un millón de ciudadanos estadounidenses o residentes legales permanentes cumplen su anhelo de reunificarse con sus padres, hijos, hermanos, y así reinventarse en esta enorme cazuela multiétnica y multicultural que conocemos como los Estados Unidos de América.
Se trata de un sistema arraigado en el carácter de Estados Unidos como un país hospitalario que cobija a los perseguidos y a los vulnerables, una filosofía humanitaria sintetizado en la frase E Pluribus Unum, De Muchos Uno.
Aunque quizá ningún concepto refleja el espíritu humanista de este país como el pensamiento de Emma Lazarus, cincelada a los pies de la Estatua de la Libertad en 1883: “Tráiganme a su fatigados, a sus pobres. Sus masas anhelando respirar la libertad”.
Con su nuevo plan migratorio, el presidente Donald Trump busca echar por la borda al Río Hudson el legado humanitario de los Estados Unidos y convertir el sistema migratorio en una agencia de colocación de empleos altamente remunerados.
Maliciosamente el plan alude a un nuevo tipo de enfoque basado en el “mérito” de los migrantes. Como si los sacrificios de cientos de miles de estadounidenses y la espera de años o décadas para reunificarse con sus seres queridos no fueran meritorios.
Ahora será necesario acumular “puntos” basados en la educación formal de los migrantes potenciales, su dominio del idioma inglés y si cuentan con una oferta laboral y salarial de altos vuelos.
No puedo dejar de preguntarme si los padres del presidente o de quienes apoyan este plan habrían pasado esta discriminatoria prueba tornasol para poder ingresar legalmente a los Estados Unidos.
Y es el que plan excluye una ruta a la legalización para los 11 millones de inmigrantes indocumentados, excluye a los “dreamers” y a los beneficiarios del TPS. Tampoco nada ofrece a los trabajadores que la economía estadounidense requiere en los sectores de mano de obra intensiva como la agricultura o la construcción.
El presidente Trump debe estar consciente que su plan no tiene futuro en el actual Congreso. Para bailar tango se requieren dos. Los demócratas de la Cámara de Representantes están resueltos a dejar bailar sólo al presidente.
De allí que la única explicación racional es que se trata de una maniobra política y electoral para alborotar el espíritu xenofóbico y/o racista de sus seguidores más prejuiciosos, aún a costa de dividir a los republicanos, que no han mostrado entusiasmo por el plan presidencial.
Es un buen momento para que los ciudadanos de todos los colores e ideologías hagan saber a sus representantes en el Congreso qué piensan del modelo Trump para la migración. Porque todo intento para borrar del mapa una de las más nobles tradiciones humanistas de los Estados Unidos, nos compete a todos.
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