Pilar Marrero
Ethnic Media Services
No hace mucho, los políticos estadounidenses (en su mayoría republicanos, con algunos demócratas) negaron que sus posiciones “duras” contra los inmigrantes tuvieran algo que ver con la raza o el origen étnico.
“No es una cuestión de racismo”, nos aseguraron, “es una cuestión de legalidad, de hacer cumplir las leyes de Estados Unidos”.
Su enfoque, argumentaron, era deportar a quienes cometen delitos, mientras protegían a los ciudadanos y residentes legales, y a aquellos inmigrantes que “hicieron las cosas de la manera correcta” al llegar a este país legalmente.
Pero ahora se han quitado las máscaras. El trasfondo de odio y racismo detrás de las políticas antiinmigrantes de los últimos 35 años, apenas disimulado bajo un barniz de “ley y orden”, ha quedado expuesto en la plataforma de un tal Donald J. Trump, cuyo desdén personal por las minorías es más que evidente.
Creo que en las últimas semanas ha quedado suficientemente claro (además de todo lo que ha sucedido en los últimos años) que la tercera campaña presidencial de Donald Trump y el movimiento MAGA en general no se preocupan por estas distinciones.
En cambio, lo que escuchamos de Trump y de quienes lo apoyan en sus eventos es esto: “Nosotros (Estados Unidos) nos hemos convertido en los depositarios de la basura del mundo”; “Venezuela abre sus cárceles y nos envía a sus violadores y delincuentes”; “una isla de basura flota en el mar y se llama Puerto Rico”, los haitianos en Springfield comen perros y gatos, y los afroamericanos usan sandías en lugar de calabazas para Halloween.
La lista de estereotipos y clichés provenientes de Trump y sus aliados se vuelve más radical, pero la evidencia del racismo de Trump no es nueva. Lo dejó claro cuando lanzó su primera campaña en 2015 y continuó durante años: “México no está enviando a los mejores, están trayendo crimen, están trayendo drogas, son violadores y algunos, supongo, son buena gente”, sus comentarios sobre las naciones centroamericanas y africanas como “países de mierda”, su visión “científica” al declarar al COVID como “el virus chino”, desatando una ola de crímenes de odio contra la comunidad asiático-estadounidense no vista en décadas, y su La prohibición “relacionada con la seguridad” de que miles de musulmanes ingresen a Estados Unidos no son más que pruebas más antiguas adjuntas a la continua montaña de evidencia.
Pero sus nuevas promesas van más allá de deportar a los “ilegales”. Ahora se trata de hacer ilegal lo “legal” (eliminar el TPS, los programas de refugiados y las visas de trabajo) y cambiar la Constitución para que nacer en Estados Unidos no otorgue automáticamente la ciudadanía. Crear millones de bebés apátridas es uno de sus objetivos.
Un elemento central de sus promesas de campaña son las deportaciones masivas de “entre 12 y 21 millones de inmigrantes” que comenzarán “desde el primer día”. También existe la noción de que separar a las familias durante las deportaciones no es necesario “ya que podemos deportar a toda la familia”, como explicó claramente Tom Homan, exdirector de ICE bajo Trump, la semana pasada en “60 Minutes”. Esto incluirá a cualquier persona atrapada indiscriminadamente en la red, sean o no ciudadanos o residentes legales.
Estamos hablando de otra “Operación Espaldas Mojadas”, mucho más grande, como la que Estados Unidos llevó a cabo en 1955 cuando cientos de miles de personas fueron deportadas desde varias regiones de Estados Unidos a México, muchos de ellos ciudadanos o personas que habían pasado casi su vida entera en los Estados Unidos. Lo que Trump propone es el uso de tácticas militares y “campos de detención”, junto con la inversión de miles de millones de dólares en un programa sin precedentes en el mundo moderno.
La devastación humana, familiar y económica es indescriptible y se convertiría en una maldición histórica para este país.
A veces me pregunto, sin embargo, si los latinos que votan por Trump entienden lo que están haciendo. Si, como sugiere la periodista Paola Ramos en su estudio sobre la extrema derecha latina, “muchos latinos no creen que Trump esté hablando de ellos cuando dice lo que dice”. Cuando escuchamos que hombres negros desilusionados están recurriendo a Trump como alternativa, o cuando grupos nacionalistas hablan de “expulsar a los inmigrantes y proteger nuestra forma de vida”.
Muchos lo dicen sin dudarlo: “Proteger la herencia blanca de Estados Unidos”.
Los latinos y otras minorías raciales que creen que los planes de Trump no los incluyen y que sólo quieren “mejorar la economía” o “recuperar los empleos que nos quitan los ilegales” enfrentarán un duro despertar cuando se den cuenta de que la visión del país sus admirados líderes tampoco los incluyen.
Sus vidas se convertirán en un infierno en un país dirigido por un hombre cuyos asociados conservadores y republicanos más cercanos han descrito como un fanático de Hitler y un fascista.
Pilar Marrero es periodista y escritora. En 2012 publicó los libros El Despertar del Sueño Americano (en español) y Killing the American Dream (en inglés), en los que describió la compleja relación entre Estados Unidos y su pasado inmigrante y la desacertada política migratoria que ha prevalecido desde entonces. 1990. Es editora asociada de Ethnic Media Services.