Se dice que la política es el arte de lo posible.
Y muchos de los políticos más célebres de la historia han sido creyentes de lo que se llamó en alguna época la “Realpolitik”, un estilo de hacer política basado en consideraciones prácticas y de sentido común, más que en dogmas ideológicos o doctrinarios.
Uno de los discípulos de esa filosofía política acaba de cumplir 100 años. Su nombre: Henry Kissinger. A pesar de ser republicano, Kissinger recomendó a Richard Nixon un acercamiento con China, que incluyó una visita presidencial en 1973 e impulsó la histórica distensión con el enemigo existencial de Estados Unidos: la Unión Soviética.
Bajo ese lente debemos ver el acuerdo bipartidista sobre el techo de la deuda.
El líder republicano Kevin McCarthy desoyó a su ala más radical, que deseaba recortes profundos a programas sociales necesarios para los más vulnerables de nuestra sociedad y aceptó mantener por ejemplo 400,000 millones de dólares para la condonación de deuda estudiantil
El presidente Joe Biden, por su lado, ignoró las exigencias de su bancada más progresista que rechazaba tajantemente la postura negociadora de los republicanos de condicionar el gasto presupuestal discrecional
Al momento de escribir esta columna era claro que el acuerdo bipartidista sólo podía tener éxito si era apoyado por una coalición de moderados republicanos y demócratas, capaz de obtener las mayorías necesarias en la Cámara de Representantes y en el Senado.
Biden y McCarthy nos han dado un ejemplo de pragmatismo: defendieron en la medida de lo posible sus principios políticos, pero al final tuvieron que ser flexibles para encontrar un punto medio.
Los dos estaban conscientes que el impacto de un histórico incumplimiento de pagos podría tener consecuencias catastróficas para la economía estadounidense.
Ni el ala republicana más radical, aglutinada en el llamado Freedom Caucus de la Cámara de Representantes, ni el sector más liberal de los demócratas, reunidos en su Progressive Caucus, estaban contentos con el desenlace de las negociaciones.
Pero en momentos de decisiones críticas, debe imperar siempre una lógica del interés nacional, por encima de los intereses partidistas, ideológicos o sectarios.
Es verdad que podría escribir una larga lista de cláusulas del acuerdo bipartidista con la que NO estoy de acuerdo y queda claro que McCarthy le ganó la partida a Biden, al forzarlo a negociar aspectos clave del gasto social.
Pero al final de cuentas, el presidente demócrata y el presidente republicano de la Cámara de Representantes nos mostraron que en política lo perfecto es enemigo de lo bueno, y que más allá de las diferencias doctrinarias, existen políticos responsables y patrióticos.