Berlín – La posibilidad de imponer un límite de velocidad en las autovías alemanas divide al Gobierno y a los ciudadanos en tiempos de preocupación por el cambio climático, aunque dos tercios de los alemanes están a favor.
Según un sondeo reciente del instituto de Civey, sólo un 31,1% de los encuestados está a favor de la normativa actual, que no establece un límite de velocidad general en las autovías aunque en un tercio de esa red haya, en la práctica, restricciones.
No existe consenso en cuanto al tope que se debería imponer; un 40% de los encuestados se decantan por los 130 kilómetros por hora, pero casi el 12% reclama un límite más alto y un 11% preferiría fijarlo en 120 por hora.
La opinión pública, no obstante, no se ve reflejada en el Bundestag (Parlamento alemán), que el pasado octubre rechazó por una aplastante mayoría de 498 votos en contra y 126 a favor una propuesta de Los Verdes para fijar un tope máximo de 130 kilómetros por hora.
DIVISIÓN EN LA COALICIÓN DE GOBIERNO
La recién elegida presidencia del Partido Socialdemócrata (SPD), el socio menor de la coalición de Gobierno, reclamó este mes al bloque conservador de la canciller, Angela Merkel, que se abrieran a la discusión.
“Un límite de velocidad en nuestras autovías es bueno para la protección del clima, sirve a la seguridad y protege los nervios de los conductores,” declaró la líder del SPD Saskia Esken, agregando la cuestión a la agenda que quiere renegociar con sus socios.
El ministro de Transporte, Andreas Scheuer, de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), sin embargo, rechazó de plano tratar el tema, por ser “altamente emocional” para los alemanes y por existir “tareas mucho más importantes”, según afirmó en declaraciones recogidas por medios alemanes.
UN DEBATE QUE POLARIZA
Ya en enero de este año, una comisión de expertos había propuesto al Gobierno alemán limitar la velocidad máxima, gravar la compra de coches de alto consumo y subvencionar los vehículos eléctricos, unas medidas que Scheuer descartó de forma tajante.
El debate vuelve de forma recurrente: el primer intento de imponer un tope máximo en las autovías de Alemania occidental fracasó en 1974, cuando el influyente club del automovilista ADAC hizo campaña con el eslogan “Conducción libre para los ciudadanos libres”.
Los detractores de la medida argumentan que la mayoría de accidentes ocurren en tramos de velocidad regulada y que existen otras formas de reducir emisiones.
“Me parece equivocado limitar la libertad de las personas sin que se consiga nada determinante,” aseveró este jueves el diputado conservador Oliver Wittke, atribuyendo el deseo de regulación a la “histeria” y al “fetiche de algunos políticos”.
UN MANDATO DE LA RAZÓN
Quienes defienden la regulación aseguran que las emisiones de CO2 en las autovías alemanas podrían reducirse en un 10% y que un tercio de los accidentes en los que se producen daños a personas se deben al exceso de velocidad.
“Es un poco como debatir con los estadounidenses sobre el derecho a portar armas,” criticó recientemente el exjefe de Los Verdes Cem Özdemir, quien defendió la limitación como un “mandato de la razón”.
A día de hoy, Alemania es el único país de la Unión Europea (UE) sin velocidad máxima genérica en sus 13.000 kilómetros de autovías.