Más allá

de la violencia y el miedo

Luisa Fernanda Montero / La Red Hispana

Abril es el mes de la concientización y la prevención de la violencia sexual. Así quedó consignado en la proclamación presidencial que recuerda que todos, hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos de cualquier raza, color o estatus podemos ser víctimas y que, a pesar de ello, muchas veces, los crímenes sexuales se quedan en la impunidad o no son condenados con el rigor que merecen.

“Como parientes, amigos, vecinos y ciudadanos es nuestro deber cambiar la cultura que cuestiona las acciones de las víctimas, antes que las de sus atacantes; debemos proveer el cuidado que necesitan, llevar a los perpetradores ante la justicia y asegurarnos de que nuestras instituciones asuman sus responsabilidades y no miren para otro lado”, señaló el presidente Barack Obama en la proclama en la que recordó que la prevención de los asaltos sexuales es responsabilidad de todos en la medida en que a todos nos compete promover relaciones saludables y respetuosas.

Y es que aunque puede ocurrir en cualquier parte, muchas veces el ataque, el irrespeto o la violación ocurren en el seno de nuestro propio hogar. Es importante aclarar, entonces,  el concepto de “asalto sexual”,  que de acuerdo con la definición del Departamento de Justicia de los Estados Unidos es cualquier tipo de contacto o comportamiento sexual que ocurra sin el consentimiento explícito del receptor. Bajo esta definición encontramos el coito forzado, la sodomía forzada, el abuso a menores, el incesto, el contacto físico inadecuado, el acceso carnal o violación o el intento de violación. La violencia sexual incluye también, el estupro, la explotación, el acoso, la exposición y el voyerismo.

Los expertos coinciden en señalar que el abuso sexual es un delito típicamente motivado por el deseo de controlar, humillar y hacer daño – no por el deseo sexual. De acuerdo con el Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual -National Sexual Violence Resource Center o NSVRC  – la violencia sexual es un ataque directo a  la confianza y la sensación de seguridad de una persona y afecta  todo el entorno de la víctima generando sentimientos como miedo, vergüenza, culpa y enojo.

Y aun cuando cada sobreviviente reacciona a la violencia sexual de manera única, la misma fuente señala que este tipo de agresiones dejan secuelas que, de no ser tratadas correctamente, pueden afectar la vida de una persona incluso mucho tiempo después de haber sido atacada.

Por eso, como dijo el presidente, empleados, educadores, padres, familiares y amigos, todos tenemos la obligación de defender el principio básico de que cada individuo debe estar libre de violencia y miedo. Todos debemos comprometernos con las responsabilidades que nos competen en relación con la seguridad de nuestras comunidades, denunciar  y levantar la voz, siempre que sea necesario, por la defensa de las víctimas.

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