Haití: “hambre, sed, miseria y lágrimas”

Mario Jiménez Castillo | El Observador
Photo Credit: Zach Vessels / Unsplash

Con profunda tristeza e indignación, hemos sido testigos del maltrato que han recibido los inmigrantes haitianos, no sólo en la frontera sur de Estados Unidos, sino también en México. En ambos países muchos de ellos han sido golpeados y humillados de una manera brutal. ¿Dónde quedan los derechos humanos en estos actos de violencia? Tenemos que ser solidarios y apoyar a esta gente tan necesitada. Haití es el país más pobre del continente americano. Su historia ha sido de sangre y barbarie. Consiguieron independizarse de Francia en el año 1804, convirtiéndose en la primera “República negra del mundo” y en la segunda en conseguir su independencia en este continente. Haití es un país que ha sido devastado por tremendos desastres naturales, su pasado y su presente está lleno de calamidades. Durante este año sufrieron un terrible terremoto y días después, un huracán azotó a toda <La Española>, isla que comparten Haití y la República Dominicana.

Miles y miles de haitianos han tenido que abandonar su país y buscar nuevos horizontes en otras naciones, huyen del hambre y de la miseria. Aunque ya se han recibido inmigrantes haitianos en diversos países de América Latina, los que han podido legalizar su situación son muy pocos. Muchos de ellos fueron asilados temporalmente en Chile, en Brasil, en Costa Rica y Panamá; sólo por mencionar algunas naciones que extendieron su mano solidaria, con este pueblo tan sufrido. La comida en Haití no alcanza para todos, el agua menos. Considero que la mayoría de hispanos que somos inmigrantes en Estados Unidos, debemos apoyar a nuestros hermanos haitianos, quienes están prácticamente muriendo de hambre y de sed. Los gobiernos de los países más pudientes, podrían aceptar inmigrantes de Haití. No sólo Estados Unidos y México, también en Argentina, Brasil, Canadá y Australia.

Entre las historias más conmovedoras está la de un inmigrante a quien llamaremos, Charles. Él partió desde Chile hasta la frontera sur de Estados Unidos. Atravesó la peligrosísima Selva del Darién, sitio fronterizo entre Panamá y Colombia. Fue asaltado, golpeado y torturado por delincuentes. Cuando logró huir, prosiguió su camino, pero aún estaba a la mitad de su recorrido. Le faltaba migrar por Centro América. Lo logró, y al llegar a Chiapas, fue golpeado por un agente migratorio mexicano quien le propinó puntapiés en la cabeza. De algún modo consiguió escapar nuevamente, y por fin llegó a la frontera con Texas. Come un pan y bebe una botella de agua en todo el día, después de eso no hay más; sólo le queda vivir en esa angustiosa espera, con la esperanza que este país les brinde una mano amiga.

Este mundo está verdaderamente girado al revés. Esta gente muriendo de hambre, mientras otros pagan sumas cuantiosas por un pañuelo sucio usado por Messi o por una servilleta de alguna actriz famosa. Qué vacíos nos hemos vuelto. ¿Y el Vaticano? Calladitos, no dicen nada; los mensajeros de Jesucristo en la Tierra, como ellos se proclaman, no cooperan en estas causas humanitarias. Y teniendo tanto oro y tanta riqueza, “qué gente tan falta de sentimientos.” ¿Y a los Pastores millonarios? Tampoco se les escucha… La verdad es que vivimos en una sociedad hipócrita, no hay compasión ni sensibilidad por otros seres humanos, ni por los animales, ni por la naturaleza. Después no se pregunten el porqué tanto desastre natural y tanta calamidad. Recen para que no ocurra lo del asteroide seguido por el mega tsunami. Eso ya está profetizado.

 Llenemos nuestro corazón de sensibilidad, ayudemos a los haitianos, ahora son ellos, mañana podríamos ser nosotros. Ojalá que se escuche un:

“Sí se puede” en favor de la comunidad haitiana. ¡Qué Dios bendiga al pueblo de Haití!

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