La historia de José y los sueños del Faraón

Mario Jiménez Castillo | El Observador
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Uno de los relatos más antiguos en el que se tiene en referencia a los sueños, lo encontramos en la Biblia, en el capítulo 40 del Génesis, en el que se relata la historia de José descendiente de Isaac, quien fue traicionado, vendido y abandonado por sus hermanos en Egipto. Y después de trances, dificultades y constantes peligros, terminó preso debido a una calumnia.

Durante su estancia en aquel calabozo, José se había bien ganado la reputación de ser un interprete de sueños. Sucedió una mañana en la que dos prisioneros se le acercaron y comenzaron a relatarle lo que habían visto en sus sueños la noche anterior; ambos estaban en la cárcel debido a  una ordenanza del mismo Faraón.

Uno de ellos soñó con tres ramitas que brotaban flores, frondosas uvas, una copa y que nuevamente servía la mesa del faraón, entonces José descifró el sueño como una buena nueva que presagiaba su pronta liberación y restauración a su antiguo puesto en el lapso de tres días.

El segundo había soñado con tres canastas repletas de panes, frutos y exquisiteces de las cuales degustaba el Faraón, de pronto observó unas aves que comían de aquel festín sobre su misma cabeza y de aquella escena solamente el Faraón, era testigo.

El mensaje onírico para el panadero no era tan benévolo como lo fue para el servidor de copas, en realidad fue funesto porque José le pronosticó que en tres días sería colgado. Después de las interpretaciones de José, a ambos reclusos solamente les quedaba esperar. Sucedió pues que al tercer día se celebraba el onomástico del Faraón y justo como José lo había pronosticado, así fue el destino del servidor de copas y del panadero.

Dos años más tarde José, continuaba descifrando visiones nocturnas y repartiendo buenas nuevas en el calabozo, hasta que un buen día retornó el servidor de copas, le sacó de la prisión por orden explícita del Faraón, y lo presentó ante su majestad como

<< el profeta de los sueños>>

En aquellas fechas el faraón había tenido sueños que le inquietaban en demasía, los interpretes del saber onírico y magos de su séquito, no tenían respuestas ni podían descifrar los sueños de su amo, el servidor de copas por su parte había presentado a José ante el Faraón, como un interprete de sueños, favorecido por el poder del Dios de los hebreos.

Al presentarse José ante el Faraón, éste le miró fijamente a los ojos y comenzó a relatarle dos sueños.  En el primero de los sueños, el Faraón, observó siete vacas robustas y hermosas que ascendían en la rivera del Río Nilo, de pronto aparecían otras siete vacas de aspecto deplorable; flacas y enfermas, y sucedió que las vacas flacas comenzaron a devorar a las vacas gordas, pero aun así conservaron su lóbrega apariencia.

En el segundo sueño había contemplado siete espigas frondosas y doradas por el resplandor del sol, de pronto observó otras siete espigas muy secas que comenzaban a crecer y devoraban a las espigas frondosas.

Al concluir el Faraón su relato, casi de inmediato José, se dispuso a descifrar el mensaje de los sueños. “Vienen en camino siete años de gran abundancia, riqueza como en sus tiempos más gloriosos han de cubrir a todo Egipto, pero inmediatamente llegarán siete años de gran escasez y hambruna, la riqueza que un día ha de conocer la región será borrada por aquella tremenda carestía que ha de sufrir todo tu pueblo”. José era muy joven en aquel entonces, aun así se mostró dispuesto a dar consejos al Faraón.

Le recomendó que durante esos siete años maravillosos, se guardara la quinta parte de todos los granos, cereales y víveres, que se nombrara a un hombre discreto y de gran sapiencia para que se encargara de aquella magistral obra.

De modo pues que el Faraón, decidió nombrarlo a él mismo como el hombre en quien se depositaban los destinos de los habitantes de Egipto. “El pueblo te obedecerá José y tú gobernarás en Egipto, solamente en el trono estaré yo más arriba que tú”. Palabras textuales del Faraón.

José realizó un trabajo extraordinario durante los siete años de abundancia, justo cuando éstos acabaron, una gran carestía y miseria se hizo presente no solamente en Egipto, sino en toda la región del Mar Mediterráneo.

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