AL BORDE DEL ‘IMPEACHMENT’

José López Zamorano | La Red Hispana 
Photo Credit: Pixabay

Un “impeachment” o juicio político es cosa seria. En los 242 años de historia de los Estados Unidos sólo se ha iniciado el proceso contra 5 presidentes, incluido Donald Trump, aunque las acusaciones contra funcionarios civiles menores –jueces, legisladores– han sido mas numerosas, más de 60 casos desde 1789.

La barrera para consumar la destitución presidencial es alta. No sólo se requiere de una mayoría simple en la Cámara de Representantes para determinar si procede el “impeachment”, sino de una mayoría calificada de dos terceras partes en el Senado (67 de los 100 votos) para consumar el despido presidencial.

Sólo en dos casos presidenciales los artículos de destitución fueron aprobados en la Cámara Baja, para ser turnados al Senado, donde tiene lugar el “juicio político” de destitución, presidido en un proceso solemne por el presidente de la Suprema Corte de Justicia. Si se le encuentra culpable, el presidente es sustituido por el vicepresidente.

William Jefferson Clinton protagonizó el más reciente de los casos de “impeachment”. En 1998, la Cámara de Representantes aprobó los dos artículos de destitución por perjurio y obstrucción de la justicia, relacionados por escándalo de su relación extramarital con Mónica Lewinski. Por 45-45 fue exonerado del cargo de obstrucción y por 50-50 en el caso de obstruir la justicia.

El juicio de Bill Clinton nos enseña una de las grandes lecciones de la política moderna de los Estados Unidos. Si el público percibe que el “impeachment” es injustificado o motivado por razones políticas, el acusado emerge fortalecido políticamente.

Sólo una tercera parte de los estadounidenses consideraba apropiado consumar el “impeachment” de Clinton. Resultado: en las elecciones del 2000, los demócratas ganaron mas escaños en la Cámara de Representantes y alcanzaron una paridad 50-50 en el Senado. Clinton, el presidente teflón, resultó fortalecido políticamente.

Veintiún años después, algunos demócratas albergan temores similares en el proceso contra Donald Trump. Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes se había resistido a poner en marcha la maquinaria del “impeachment”, incluso después del informe Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones.

Pero la denuncia de un informante anónimo sobre la llamada telefónica en la que Trump utiliza como pieza de canje la ayuda militar de Estados Unidos, para pedirle al presidente de Ucrania investigar a un rival político, Joe Biden, fue la gota que derramó el vaso. Unos días después nos enteramos de que Trump trató de hacer lo mismo con el primer ministro australiano, a fin de desacreditar la investigación de Mueller.

Las encuestas de medición de la opinión pública muestran un aumento sostenido del apoyo popular al proceso de “impeachment” contra Trump. Ahora lo más importante es encontrar la verdad, los datos duros, los hechos factuales y que sean éstos los que definan el desenlace. Debe ser un voto de conciencia, no de filiación partidista: Está en juego la credibilidad y confianza de las instituciones de la república.

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