Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
Quedará grabada en los libros de historia la hazaña, sin precedentes en la historia de este país, que significó la elección del primer presidente afroamericano. La llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en 2009 trajo consigo un alud de esperanza y cambio, y fue un claro reflejo del avance en las relaciones raciales en Estados Unidos.
En su despedida en Chicago, la ciudad que fue cuna del movimiento político que lo llevó a la presidencia contra todos los pronósticos, Obama advirtió sin embargo que la permanencia de las heridas raciales constituye una amenaza para el futuro de la democracia más longeva del planeta.
“La raza sigue siendo una fuerza potente y con frecuencia divisiva en nuestra sociedad. Ahora he vivido lo suficiente para saber que las relaciones raciales están mejor que donde estaban hace 10 o 20 o 30 años… Pero no están donde deben estar… Todos tenemos mucho qué hacer”, dijo.
Es una reflexión pertinente conforme el país conmemora esta semana, no sólo la renovación de la democracia con la transferencia pacífica y ordenada del poder, sino el natalicio del líder de los derechos civiles, Martin Luther King, nacido un 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia.
El reverendo King no sólo fue un modelo de humanidad para una generación de afroamericanos anhelantes de justicia y trato igualitario bajo la ley, también fue una fuente de inspiración para Cesar Chávez y Dolores Huerta, líderes históricos de los derechos de los trabajadores latinos del campo, muchos de ellos migrantes.
En una de las salas del nuevo Museo Nacional de Historia y Cultura Afro Americana es evidente la conexión orgánica de la lucha entre estas dos minorías, que en muchos sentidos sufren vicisitudes similares, como la discriminación, un desempleo por encima del promedio nacional y bajas tasas de graduación universitaria.
El 26 de mayo de 1963, en una gira previa a su legendario discurso de “Yo Tengo un Sueño” en Washington, King visitó Los Ángeles y dio un discurso ante miles de asistentes a Wrigley Field. Su mensaje fue una clara expresión de la coincidencia de intereses de clase entre afro americanos y latinos: “Queremos ser libres donde estemos, sea en Birmingham o en Los Ángeles”.
Tiene sentido por ello que muchos comparen las movilizaciones migratorias que iniciaron a mediados de la década pasada en todo el país por cientos de miles de latinos, incluidos indocumentados, pero también estadounidense de origen hispano de varias generaciones, con el movimiento de los derechos civiles alentado por King.
Barack Obama deja el escenario y asciende el próximo presidente Donald Trump. Los retos para las minorías afro americana y latina siguen siendo similares. Son más cosas las que unen a estas comunidades que las que las separan. Tiene lógica pues que esa confluencia de intereses que inició hace más de medio siglo, se materialice en una agenda colectiva de justicia, dignidad y trato igualitario.
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