Es más reconocido que muchos políticos o atletas. Durante los últimos años ha sido el rostro visible de la campaña para enfrentar la pandemia de COVID.
Lo mismo aparece en el podio de la Casa Blanca, que frente a las cámaras de televisión o frente a los reflectores en eventos populares. A sus 81 años, Anthony Fauci es lo más cercano a una estrella de rock.
Americano de segunda generación, Anthony Fauci nació la víspera de Navidad de 1940 en Brooklyn, donde contrajo su inconfundible acento neoyorquino. Su padre Stephen fue un farmacéutico graduado de la prestigiosa Universidad de Columbia y era propietario de una farmacia. Su madre Lilian atendía la registradora y Anthony era el repartidor.
La saga de los Fauci es la historia del American Dream. Los abuelos de Anthony emigraron a los Estados Unidos de América desde su natal Italia, en el siglo XIX. Sus “nonni” (abuelos) maternos venían de Nápoles, los paternos de Sciacca.
En 1966 se graduó como médico de la Universidad de Cornell, siendo el primero en su clase. Desde entonces descubrió su pasión por la ciencia de las enfermedades infecciosas.
Dos años más tarde ingresó a los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y ascendió hasta convertirse en el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas desde 1984. Su carrera ha estado ligada a las grandes batallas médicas de nuestro tiempo: VIH/SIDA, Ébola, COVID, Viruela del Mono y muchas más.
Sus logros científicos incluyen el desarrollo de terapias médicas contra enfermedades incurables y contribuciones sobre el funcionamiento del sistema inmunológico, entre otras.
Pero me atrevo a decir que una de sus batallas públicas más sobresaliente fue contra un presidente peleado con la ciencia, Donald Trump.
Es una paradoja que Fauci el campeón contra las enfermedades infecciosas haya tenido que defenderse y hasta recibir protección personal por defender a la ciencia frente a las irresponsables declaraciones de la era Trump en relación con el COVID.
Pero Fauci salió intacto y así seguirá a pesar de la vendetta política que quieren armar republicanos como el senador Rand Paul ahora que anunció que dejará la administración Biden a partir de diciembre. Allá ellos. Sólo harán crecer más la estatura de un hombre íntegro que ha sido respetado por todos los presidentes menos uno.
No quepa la menor duda que vamos a extrañar a Anthony Fauci. Su voz de mesura en los peores momentos de la pandemia de COVID era una gran dosis de alivio frente al caos que reinaba en la Casa Blanca de Trump.
Su historia personal y profesional es una fuente de inspiración para todos y un testamento a la importancia de la integridad personal y al valor de la ciencia como la mejor medicina contra la mentira.