Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
Es común afirmar que los latinos tenemos una inclinación natural por la preservación de la naturaleza y por la participación en actividades recreativas al aire libre. Y es verdad, los hispanos hemos tenido desde tiempos ancestrales una conexión especial con el medio ambiente, producto de nuestras creencias, tradiciones y cultura.
Encuestas realizadas en Estados Unidos confirman que los latinos viajamos al extranjero cargados con esas tradiciones en el equipaje, aun cuando una proporción de nosotros no tenga las herramientas, los recursos o el conocimiento para realizar un involucramiento más activo en la conservación ambiental.
Por ejemplo, un 85 por ciento de los latinos que residen en Estados Unidos cree que es “extremadamente importante” reducir la polución y utilizar fuentes alternas de energía, como la solar y eólica, además de promover esfuerzos para la preservación del agua, según un sondeo realizado por Latino Decisions.
Es también revelador que 8 de cada 10 latinos consideran sumamente importante proteger la vida silvestre de Estados Unidos, las tierras públicas y las especies en peligro de extinción. Una proporción similar apoya el establecimiento de estándares nacionales para el aire limpio, la prevención del calentamiento global y el cambio climático
Por eso me surge la interrogante si los latinos estamos ejerciendo, usando, aprovechando, gozando los parques y bosques nacionales en una manera no sólo que refleje nuestras raíces y nuestros valores, sino que permita trasmitir esos valores a nuestros hijos, en momentos que el uso de las tecnologías y las redes sociales parece alejarlos de los espacios abiertos.
Es una reflexión que surge con motivo de la conmemoración inminente del Día Nacional de Tierras Públicas el 24 de septiembre, el mayor esfuerzo nacional de un sólo día de trabajo voluntario en las tierras públicas, que por cierto representan una tercera parte del territorio nacional.
El lema de la campaña no sólo es acertado, sino más oportuno que nunca en esta era digital: reconectar con la naturaleza, descubriendo un bosque cerca de nosotros, un sendero, una playa, un paraje especial capaz de convertirse en un recuerdo para toda la vida.
Me hace recordar las palabras de una experta en medicina tradicional, Toñita González, quien rememoraba una canción típica mexicana que describe a la perfección la filosofía de que todos somos una unidad de vida y que el ser humano no se explica separado de la naturaleza: “Tierra es mi cuerpo, agua es mi sangre, viento es mi aliento y fuego mi espíritu”.
Esa canción refleja un compromiso profundo con la naturaleza: la idea elemental de que las tierras están bajo nuestra responsabilidad.
El Día Nacional de Tierras Públicas es una inmejorable oportunidad de conectarnos y reconectarnos como familias con los bosques, parques y espacios naturales no sólo con fines recreativos, educativos o de salud, sino para renovar las más profundas de nuestras tradiciones y transmitirlas a nuestros hijos.
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