José López Zamorano
La Red Hispana
A sólo unos días del vencimiento oficial de Programa de Acción Diferida para Llegados en la Infancia (DACA), el 5 de marzo, la Suprema Corte de Justicia asestó serio revés judicial al presidente Donald Trump cuando luego de que decidió no escuchar, al menos por ahora, su solicitud de una apelación a las decisiones de una Corte de San Francisco y otra de New York que mantuvieron vigentes las protecciones para unos 690,000 jóvenes indocumentados, la mayoría de ellos mexicanos.
Con su decisión, el más alto tribunal judicial de la nación no sólo mantuvo sin cambios los beneficios de DACA, que blinda a los beneficiarios de las deportaciones y les otorga permisos de trabajo, sino que tendrá el efecto de continuar el proceso de renovación de beneficios, al margen del plazo fijado por la administración Trump.
Pero no hay que perder de vista que se trata de una victoria temporal y de procedimiento, que no resuelve el fondo de la crisis humanitaria que padecen cientos de miles de jóvenes indocumentados traídos como infantes por sus padres a los Estados Unidos. La Corte Suprema sólo dejó que el caso siga su curso normal, en la Corte de Apelaciones, pero podría aceptar litigar sobre el asunto en un futuro cercano.
El nuevo paréntesis legal debe sin embargo ser visto como una nueva oportunidad de que todos aquellos legisladores de ambos partidos que se llenan la boca de elogios retóricos al carácter, patriotismo y contribuciones de los “dreamers”, se pongan a trabajar y destinen el capital político necesario para aprobar una solución al tema de DACA. No basta aparentar compromiso y darse por vencidos al primer intento infructuoso.
Durante este periodo de gracia judicial, una caravana de dreamers llega a la capital de Estados Unidos desde Nueva York, habiendo recorrido a pie las 250 millas de distancia entre la Gran Manzana y el epicentro del poder en la capital del país. Tuve oportunidad de hablar con algunas de sus integrantes después del reciente fracaso legislativo de DACA en el Senado y su disgusto con ambos partidos es evidentes. Se sienten utilizados políticamente por unos y otros: Piezas de un ajedrez político donde se juega su futuro.
Pero los dreamers saben que tienen la razón de su lado y que les queda seguir luchando en la plaza pública y exponiendo sus historias personales, sus éxitos, sus sueños a fin de visibilizar y humanizar el drama personal, familiar y profesional de cientos de miles de jóvenes. Como muchos otros, han aprendido que el cambio real, profundo, viene de abajo hacia arriba, de las comunidades, de la sociedad civil, hacia la clase política, como una olla de presión que genera una fisión política en Washington.
Se trata del mismo espíritu y estrategia de lucha que inspiró a una nueva generación de jóvenes a tomar la antorcha de un cambio en las políticas de control de armas y de seguridad escolar. Dijeron un “basta” elocuente que resonó en el país y en el mundo. Los dos movimientos son el embrión de lo que podría ser un cambio tectónico en la política nacional.
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