Queridos hermanos y hermanas:
¿Quién podría creer lo que creyeron los primeros discípulos? Aquellos que fueron testigos de la muerte del Señor también fueron los primeros en encontrarse con Cristo Resucitado. A María Magdalena se le apareció él en el jardín, a los Apóstoles, en el Cenáculo, también se apareció a Cleofás y su compañero en el camino de Emaús.
Aún en nuestro tiempo, la Buena Nueva que el Señor ha resucitado continúa ampliando nuestra imaginación, para alimentar nuestra fe y para ofrecer esperanza a los desesperados. Mientras que la muerte puede, a veces, ser todo lo que nos rodea, la promesa de la Resurrección transforma el tejido de la existencia humana. De hecho, estamos hechos para Dios, que es nuestro principio y nuestro fin, el autor de la vida y el cumplimiento de todo lo que esperamos.
En este Año de la Misericordia, reflexionamos más profundamente sobre la misericordia de Dios. Al anunciar el Año Jubilar, el Papa Francisco escribió esto. “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana”. Al igual que los primeros testigos de la Resurrección, los que hemos recibido la misericordia de Dios somos enviados a ser la misma misericordia para los demás.
A medida que nos acercamos a la celebración del Triduo Pascual, hago oración para que ustedes experimenten el amor que fluye desde Cristo Crucificado y Resucitado al tercer día. Y deseando que la paz del Señor Resucitado esté con ustedes y sus seres queridos.
Con mis mejores deseos y bendiciones.
Sinceramente de usteded.
Patrick J. McGrath
Obispo de San José
